viernes, 9 de mayo de 2008

¿Qué es Pocoyo?


¿Conoces de dónde proviene el nombre “Pocoyó”? Resulta que está sacado de la peculiar manera en que la hija de su creador, David Cantoya, decía su oración antes de dormir: “Jesusito de mi vida, eres niño poco yo“. De ésta y de otras curiosidades y claves de la serie infantil de moda nos podremos enterar estos días, ya que se ha estrenado en La 2 de TVE la nueva temporada de la serie.
Una de las claves del éxito de los pequeños personajes es la supervisión de contenidos de expertos psicólogos y educadores que revisan los guiones. El éxito de la serie es tal, que triunfa no sólo en el Reino Unido o España, sino también en países tan alejados y tan distintos como Sudáfrica, Japón, Estados Unidos, Alemania, Corea o Australia.
Sin duda el aparato de promoción y comercial que la serie tiene detrás ayuda, y mucho, pero tuvieron que empezar de cero y esos inicios no fueron nada fáciles. Dudo que hubieran llegado a este nivel de éxito si no tuvieran mucho y bueno que ofrecer.
Recuerdo una entrevista que escuché hace cerca de un año por la radio y que fue la primera vez que oí hablar de Pocoyó. Sus creadores afirmaban que su serie, en sus inicios, se rechazó en España porque no confiaban en el éxito de esos dibujos tan sencillos. Fue en el Reino Unido donde despegarían.

Y es que, pensé después de conocer a Pocoyó de primera mano, ¡vaya error cometieron aquellos primeros distribuidores que rechazaron los dibujos! Porque sí, los dibujos son sencillos, pero tal vez confundieron sencillez con simplicidad. Y las animaciones de Pocoyó no son simples. Veamos por qué considero que son unos dibujos estupendos para los niños y niñas.
Cada episodio de Pocoyó tiene una duración idónea para los pequeños a los que va dirigido, de entre 1 y 4 años. Así consiguen captar todo su interés y que la atención no disminuya ni se pierda con historias enrevesadas o secundarias. Pocos conceptos, pero claros. Además, intentan transmitir algún valor importante para los pequeños. La amistad, el valor del esfuerzo, el aprender divirtiéndose, la creatividad, el juego, el trabajo en equipo… En un mundo de mayores en los que priman otros valores muy distintos y efímeros, lo que nos enseña Pocoyó cobra una relevancia especial.
Los personajes, de trazos sencillos pero divertidos y coloridos, son pocos y a la vez variados. La diversidad en las pantallas se agradece porque dentro de unos años probablemente lo que miren nuestros hijos sean calcos de un mismo modelo de adolescente en series y programas de televisión. En Pocoyó conviven de la manera más natural personajes muy diferentes.
Tenemos como personajes principales al niño, el pequeño Pocoyó, Pato, Elly la elefante, la perra Loula y Pajaroto (Pájaro Dormilón en Latinoamércia), cada uno con su personalidad y rasgos característicos fácilmente identificables por los pequeños. Tiernos, ingeniosos, cascarrabias, graciosos, juguetones, forman un abanico estupendo para aprender y enseñar algo en cada episodio.
Junto a ellos, como otro personaje más y de vital improtancia para el desarrollo de la acción aparece la voz del narrador que va “comentando la jugada”, hablándoles a los personajes y haciendo preguntas. Otros personajes secundarios que hacen que la acción no se agote son Pajarito (Pájaro Bebé en Hispanoamérica), Ballena, Pulpo, Extraterrestre, Flor Musical, Orquesta Pelota…
La sencillez de los dibujos, con un fondo neutro, hace que se centre la atención en los personajes, y además se agradece que no haya flashes ni cambios bruscos de perspectivas como estamos habituados a ver en otros dibujos dirigidos a niños más mayorcitos… Son dibújos “fáciles” de contemplar, que transmiten cierta tranquilidad y sosiego.
Un factor fundamental para su éxito entre los pequeños y que me parece sumamente acertado es la continua búsqueda de la complicidad de la audiencia.
Los pequeños espectadores se sienten partícipes de la acción que transcurre en pantalla, porque se les hace preguntas sobre lo que sucede, a lo que ellos, encantados, responderán junto a un coro de niños que se oye en los dibujos. Da gusto que tomen a los pequeños como lo que son, grandes sabios con mucho que aprender y que ofrecer.
Con todos estos alicientes, que dan cuenta del trabajo que hay detrás de los dibujos, queda claro por qué el pequeño Pocoyó cautiva a miles de niños por todo el mundo… y no tan niños. Aquellos primeros que rechazaron la propuesta aún se deben de estar lamentando.

Pocoyo Baila

http://www.youtube.com/watch?v=MGHA9_5Ob2U

miércoles, 7 de mayo de 2008

Posibilidades educativas de disney

POSIBILIDADES EDUCATIVAS DE DISNEY
La comunicación parte de la gran difusión que tienen las
películas de la factoría Disney en todos los ámbitos educativos, desde
la escuela a la familia.
Esta dimensión de las producciones Disney no es algo casual
y esporádico de nuestra época, ni siquiera de nuestra sociedad, sino
que es una realidad que se viene produciendo desde el primer tercio
del siglo pasado, y prácticamente en todas partes del mundo, lo que
ha dado lugar a múltiples y diferentes interpretaciones respecto a
sus posibilidades educativas. Los estudios y análisis teóricos realizados
sobre el universo Disney son múltiples y variados, yendo desde
las críticas más desfavorables respecto a su capacidad educativa,
hasta los que lo consideran como un importante recurso educativo.
Las posturas más contrarias parten de la base de que las películas
Disney tienen una intencionalidad ideológica, la cual se transmite
irremisiblemente al niño/a e incluso se sospecha de la existencia de
una manipulación consciente. Desde otras perspectivas se considera
que los contenidos y valores que se manifiestan en estas películas
favorecen y enriquecen los aspectos educativos.
En la presente comunicación no se pretende tomar partida ni
por una, ni por otra perspectiva, sino ofrecer algunas notas claras
que expliquen y justifican posturas tan contrarias.
En última instancia, la pretensión es hacer constar que, independientemente
de los contenidos audiovisuales, lo realmente
educativo no es tanto controlarlos o censurarlos, sino comprometerse
a desarrollar la suficiente formación audiovisual como para que
el niño/a pueda actuar desde una posición activa que le permita
hacer un visionado reflexivo y crítico. Lo importante es que demos al
niño/a la oportunidad de sacar él mismo esas conclusiones y opiniones,
que sea él quien pueda desprender contenidos o comportamientos,
que sea él quien juzgue las posibles actitudes racistas,
sexistas, clasistas, etc., que sea él quien las analice y razone, que
sea él quien pueda reconocer actitudes o rasgos como la solidaridad,
la inteligencia, la valentía, etc. y luego pueda razonarlos, justificarlos…
o dudar de ellos, si así lo considera razonadamente oportuno.
Se trata, pues, de reivindicar la educación audiovisual.
Las posibilidades educativas de las películas Disney resultan
un tema de debate interesante dentro del entorno escolar,
debido, fundamentalmente, a su inserción generalizada en
el mundo infantil. El debate se extiende también al ámbito
familiar, aunque con matices más generalistas. Lo cierto es
que la controversia sobre las posibilidades educativas de estas
películas está planteada, encontrándonos con que las posturas
al respecto suelen estar muy claramente enfrentadas; es
decir, o se consideran muy buenas, enriquecedoras y apropiadas
para los niños, o por el contrario, se las consideran negativas
por todos los prejuicios ideológicos, políticos, sociales,
morales, etc. que conllevan.
El propio Walt Disney reconocía el poder e influencia de
sus dibujos cuando decía que «el mundo del dibujo animado
es el de la imaginación. Ningún dictador detenta tanto poder
absoluto. Por tanto, nuestros materiales de partida son todo
aquello que el cerebro puede imaginar y la mano dibujar, todo
aquello que es experiencia humana: el mundo real y el mundo
de los sueños, el color, la música, los ruidos, y por encima de
todas las cosas, el movimiento» (Disney, 1957: 6). Otra
anécdota al respecto cuenta que cuando a Walt Disney le
propusieron el cargo de alcalde, respondió: «para qué voy a
querer ser alcalde, cuando ya soy el rey».
Partiendo de esta autoproclamación de poder, todas
las tendencias que califican a las películas Disney de manipuladoras
pueden estar justificadas en su esencia, pues ese
poder conlleva inevitablemente una fuerte carga ideológica y
posiblemente unas intenciones socioculturales y psicológicas.
Podemos encontrar, incluso, acusaciones políticas como las de
Leif Furhammar – Fulke que acusaba a Disney de poner a sus
personajes al servicio del ejército para desarrollar toda una
campaña de propaganda a través de sátiras antinazistas. Acusaciones
parecidas desprenden Dorfman y Mattelart (1987:
58) de su análisis de las tiras cómicas del pato Donald, afirmando
que «mientras los marines pasan a los revolucionarios
por las armas, Disney los pasa por sus revistas: Son dos formas
de asesinato: por la sangre y por la inocencia».
Pero el sentido de su supuesta carga política nunca
estuvo muy claro, pues todos parecían sentirse, en algún que
otro momento, acusados directamente por el inocente, pero
poderoso índice de Mickey Mouse. Así, durante los años 30
cuenta con admiradores tan dispares como Einsenstein, Mussolini,
o el propio Hitler, que sintiéndose señalado determina
prohibir a Mickey Mouse en su Alemania nazi (Del Moral, 1994:
567).
Vivar Zurita plantea muy claramente esta doble interpretación
educativa de las películas Disney, cuando expone la
profunda carga ideológica que tienen, así como su significación
moral y ética, aunque no entra a valorar sus efectos directos.
Pese a todo, reconoce que Disney aporta una «nueva racionalización
del producto y un carácter industrial en su elaboración,
sin perder una magnífica calidad final. Pero si su trascendencia
artística no se cuestiona, se polemiza sobre si sus
obras son o no adecuadas para la infancia» (Vivar, 1988: 95).
La calidad técnica es indiscutible. Se discute, únicamente,
sobre la posible transmisión de una profunda y sectaria
carga ideológica y su idoneidad para la educación.
A continuación presentamos un breve desarrollo de las
dos posturas, aquellas que consideran que las producciones
Disney no favorecen la educación global de los niños y niñas;
y por otro lado, aquellas que las consideran como un material
adecuado para favorecer ciertos valores y modelos educativos.
Para identificarlas, llamaremos a las primeras, «perspectiva
contraria» y a la segunda «perspectiva favorable».
1.1. Perspectiva contraria
La Compañía Disney y todo lo que lleva intrínseco, desde
las películas a los parques temáticos pasando por su filosofía
comercial y mercantilista, provoca todo tipo de críticas y
acusaciones, tanto en el ámbito social, como en el estrictamente
educativo.
A través de un estudio realizado en los centros de primaria
de la localidad de Cádiz (Granado, 2001) sondeamos
cuáles eran las razones por las que algunos centros (la
minoría), rechazaban la proyección de películas Disney.
¿Por qué no eligen los centros escolares las películas
Disney para sus proyecciones a los alumnos?
El 100% de los centros que no proyectan películas Disney
lo justifican alegando que los niños/as ya ven demasiada televisión
y el 80% de ellos lo señala además como la única causa.
Desde este punto de vista no encontramos un rechazo
directo a Disney, sino a las proyecciones de películas en
general.
El 80% de los centros que no proyectan películas Disney,
no proyecta tampoco ningún otro tipo de películas
comerciales.
Mariano (1998) parte de la base de que las películas
Disney tienen una intencionalidad ideológica, la cual se transmite
irremisiblemente al niño e incluso sospecha de la existencia
de una manipulación consciente de las mentes de los
niños.
Desde esta perspectiva negativista, son muchos los
contenidos ideológicos que se consideran que están asumiendo
los niños y niñas a través del visionado de las películas Disney.
Entre estos contenidos ideológicos, siempre en la misma
dirección, destacan las siguientes acusaciones:
Exaltación del capitalismo: Estamos en el mejor de los
mundos posibles y ese es nuestro mundo capitalista donde
todo, al final, sale bien (en referencia al típico «happy end»
de las películas Disney); donde todos tienen un sitio
designado y son felices así como son. En ocasiones pueden
llegar a convertirse en vehículo aculturizador de la ideología
capitalista, donde Donald representa fielmente lo natural de
la propiedad privada. «Mientras su cara risueña deambule
inocente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea
poder y representación colectiva, el imperialismo y la
burguesía podrán dormir tranquilos» (Dorfman y Mattelart,
1987). Para ellos Donald es la representación del pensamiento
y forma de vida capitalista, que va penetrando insensiblemente
en el intelecto del niño, hasta conseguir hacerle
ver como normal y única esa forma de vida regulada
por unos valores determinados. La manipulación pretendida
está servida. Muchas de estas críticas surgen en los años
70, con la exaltación de manifestaciones antiamericanas
producidas por el temor de muchos países sudamericanos a
caer en manos del gran imperio colonizador norteamericano.
Occidentalización: En múltiples ocasiones, se le acusa de
una exaltación de la positividad, casi única, de los valores
arraigados en los sectores sociales más altos de la sociedad
occidental, sus costumbres, tradiciones, forma de vida,
recelos, sentimientos, prejuicios, etc. que hace que parezca,
no sólo la mejor forma de vida posible, sino la única forma
de vida válida y con futuro. Se produce una imposición
sibilina de esta forma de vida: la pertenencia a una familia
con raíces profundas, el valor del esfuerzo personal, donde
el trabajo debe estar bien terminado hasta el último detalle
(Los tres cerditos), las leyes de la naturaleza nunca deben
ser contrariadas, puesto que son inmutables y siempre
derivan en un final feliz, la bondad es un sentimiento intrínseco,
el respeto a la autoridad, el agradecimiento a los
bienhechores, la importancia de la amistad, la primacía de
la verdad como elemento fundamental de nuestra conducta,
el triunfo del bien sobre el mal, importancia de la
experiencia, el protagonista siempre tiene un hado protector...
Todos estos valores han ido mediatizando numerosas
producciones Disney, a la vez que se iban transmitiendo e
inculcando por un sinfín de personajes durante varias generaciones.
Estos valores han marcado una generación de
personajes.
Falsa moral: ¿Por qué no aparecen las familias completas,
soliendo ser casi siempre monoparentales? ¿Se intenta,
acaso, eliminar la producción en su forma sexual?
Este es otro tema que genera gran número de críticas a las
películas de Disney: la falsa moral en el tratamiento del
sexo, ocultando y falseando pacatamente la realidad natural.
Se puede observar además un tratamiento monotemático
de la pérdida o ausencia de la madre en muchas historias,
lo que es interpretado por muchos autores como un
tipo de conceptualización de la violencia y la muerte, aunque
para muchos psicólogos la experiencia de la muerte no
suele ser nueva para los niños y su procesamiento resulta
transitorio, no abocando, en ningún caso, a la frustración
(Del Moral, 1994: 580). En este sentido, El rey León supone
una nueva experiencia, al ser la primera vez que Disney
presenta la muerte en directo de uno de sus personajes
principales (Mufasa). La muerte de la madre de Bamby
tenía lugar en off, pero aún así resultó tremendamente
conmovedora. El propio Roy Disney (1994: 81) justifica la
inclusión de esta muerte tan dramática en una producción
infantil: «No me parece negativo incluir escenas de este
tipo en una película para el público infantil: muchos niños
se sienten atemorizados ante la perspectiva de perder a
uno de sus padres. Ver películas como esta, en suma, puede
contribuir a despertar un diálogo entre padres e hijos
sobre un asunto tan delicado como este: a veces, la ficción
puede prestar una gran ayuda a una tarea tan ardua como
es la educación en los niños».
Sexistas: Tratamiento negativo de la mujer, aludiéndose
a escenas concretas de La Sirenita, Aladdin o La Bella y la
Bestia. Se trata de un proceso de aniquilación simbólica que
se da cuando los roles de las mujeres son escasos y cuando
sus acciones aparecen estereotipadas en función de lo que
una determinada mentalidad espera de ellas.
Resignación social: Se propugna resignación, tanto en la
precariedad, como ante las dificultades y problemas. Todo
se debe ir resolviendo de forma natural, y la superación es
siempre dentro de un status adquirido, o bien a través del
matrimonio.
Inmovilidad de los status sociales: Unos están arriba y
otros están abajo, y la movilidad sólo se consigue a través
del dinero o el matrimonio. El papel del pueblo como tal
siempre es una comparsa manipulable a los que se les
invita para que los poderosos puedan sentir que son poderosos.
Parece decirse que el pueblo es manipulable y despreciable.
También se desprende un inmovilismo ideológico,
pues se reproducen únicamente modelos de moral tradicional,
como la familia como institución natural y fundamental
en la organización social y en la educación; y una
infancia platónica, ficticia, alejada de la verdadera realidad
y de los problemas que les rodean y a los que debe ir
haciendo frente poco a poco, una infancia además única y
universal, con idénticos gustos, apetencias e intereses.
Sometimiento jerárquico: Siempre se presentan sociedades
con gobiernos monárquicos. Siempre debe haber una
jerarquía, la cual hay que respetar y someterse a ella con
obediencia.
Sentimentalismo fácil: También se le reprocha a Disney
el sentimentalismo facilón y lacrimógeno de sus productos,
así como el conservadurismo moralizante de sus historias,
que resultan convencionales, maniqueas y del gusto
norteamericano, incluido el final feliz. Lolo Rico (1992)
piensa que se pretende mantener al niño el máximo tiempo
posible en su estado infantil, olvidándose por completo de
la función educadora. Se pretende ocultar al niño la
problemática que acompaña irremediablemente a la vida de
los seres humanos, mostrándoles tan sólo los aspectos
agradables, siendo esta postura compartida por muchos
educadores y padres. Para Lolo Rico esta actitud es, cuanto
menos, un fraude.
Manipulación psicológica y antropológica: Leiva y González
Yuste (1999) sacan conclusiones psicológicas y
antropológicas de las películas de Disney, en base a un
análisis directo de la película El rey León.
A nivel psicológico, dicen que las películas Disney reflejan el
periodo edípico del psicoanálisis al plantear la relación del niño
con sus progenitores, produciéndose una continua superación
de los distintos estadíos evolutivos que llevan hacia la
madurez. Madurez que se alcanza victoriosamente y en la que
radica la sabiduría. Se pueden advertir desde el periodo de
latencia, representado por el relax y desinhibición de todo, lo
que produce la fase en la que Simba se encuentra y vive con
Timón y Pumba (representado en la película por el Hakuna
Matata); hasta el periodo de adolescencia, caracterizado por la
rebeldía y la lucha contra el mal. Se produce, igualmente, una
idealización de la figura paterna (representada en El rey León
por Mufasa), que aparece como un ser prácticamente perfecto,
concentrando todas sus imperfecciones y maldades (las del
adulto) en otro personaje (su hermano Scar). Con todo este
proceso psicológico se provoca una autoafirmación del yo.
Concluyen Leiva y González Yuste en interpretar la transmisión
de posicionamientos políticos conservadores.
A nivel antropológico, reconocen la aparición de una filosofía
de la modernidad, como el llamamiento al equilibrio ecológico
o la convivencia pacífica de diversas culturas o pensamientos,
pero a la vez se reproducen actitudes, valores y
esquemas sociales tradicionalistas de los grupos dominantes
de la sociedad estadounidense, como el modelo de familia con
un solo hijo, o los referentes religiosos, caso del bautizo cristiano
de Simba. Incluso detectan referentes a otras religiones,
como simbología budista o la media luna representativa de los
musulmanes que aparece tras la planificación del golpe de
estado de Scar, y que interpretan como un mensaje subliminal,
asociado a que en aquellos momentos se producía el
problema en el Golfo Pérsico. También ven estereotipos sexistas,
fundamentalmente referentes a la edad, y la imposición
del principio de autoridad que se declara en todas las historias:
el poder es exclusivo de unos cuantos (es hereditario),
y si alguien osa romper ese principio, puede provocar el caos.
Nada debe cambiar, no permitiéndose una alternativa desde
abajo.
Para estos autores, las producciones Disney conllevan
una fuerte carga ideológica y recomiendan taxativamente que
«ante cualquier mensaje que se reciba de los medios, la
pregunta obligada sea: ¿qué hay más allá?» (Leiva y González
Yuste, 2000: 147). Se plantea así una desconfianza generalizada
sobre las intenciones últimas (manipulación intencionada)
de los medios de comunicación en general y de Disney
en particular.

1.2. Perspectiva favorable
Precisamente basándose en estos últimos planteamientos
se escudan aquellas valoraciones que defienden la positividad
y valor educativo de estas películas. En primer término
se duda de la intencionalidad o prejuicios antes esgrimidos,
pero seguidamente, y analizando su existencia, se les considera
como válidos, representativos y enriquecedores desde un
punto de vista educativo. Como comprobamos en los resultados
obtenidos en el mencionado estudio realizado en los
centros de primaria de Cádiz, muchos de ellos justificaban el
uso de las películas Disney por su valor educativo.
La pregunta trataba de saber primero si el centro tenía
costumbre de proyectar películas de la factoría Disney o no, y
posteriormente se debía justificar su utilización o rechazo.
¿Por qué eligen los centros escolares las películas Disney
para sus proyecciones a los alumnos?
Los centros que proyectaban películas de la Factoría
Disney (la mayoría), lo justificaba en base a las siguientes utilidades:
El 55% de los centro destacan como cualidad para elegirlas
el que gustan mucho a los niños. Y de ese 55%, el
72,7% considera esa cualidad como la principal causa de su
elección, lo que supone que es elegida como primera cualidad
por el 40% de los centros, quedando el 60% restante muy
repartido entre otras cualidades, no llegando a superar ninguna
el 10% del total de los centros. Desde este punto de vista,
los colegios se dejan llevar única y exclusivamente por el
gusto del niño.
Un 40% destaca entre sus cualidades el favorecimiento
de la imaginación de los niños.
Un 30% de los centros destaca entre las causas para su
elección su carácter motivador.
Otro 30% destaca su aportación a los contenidos curriculares.
Otras cualidades no superan en ningún caso el 15%.
Incluso se realizan proyectos y experiencias educativas
sobre la educación en valores basándose en la proyección de
películas Disney.
Mª Jesús Torres, J.M. Molina, F. Marín (1998) y otros
profesores del C.P. Carlos III de Santa Elena (Jaén) llevan a
cabo una experiencia audiovisual basada en películas Disney.
Consideran que «a menudo se ven películas de Walt Disney sin
ningún tratamiento pedagógico–didáctico, sólo por el placer de
verlas, sin atenernos a lo que podríamos sacarles si
efectuásemos un análisis de dicho film. Tengamos presentes,
que detrás de cualquier película de esta compañía cinematográfica,
hay un gran número de psicólogos y pedagogos.
Solamente tenemos que estudiarlas superficialmente y seguro
que atisbaremos unos objetivos educativos, unos contenidos
conceptuales fundamentales (transmitiendo conceptos básicos,
sociales, físico–naturales) y sobre todo, actitudes y valores
positivos, que influyen de manera muy destacada en las personalidades
de los niños y niñas que las ven». Se consideran
estas películas llenas de contenidos y enseñanzas positivas
que pueden ser tratadas con una finalidad educativa. Se trata,
en definitiva, de exprimir al máximo la película para poder
sacarle toda su información y enseñanza, las cuales deberían
ser aprendidas por los discentes. Víctor Amar (1994: 44) habla
de El rey León como «una cinta repleta de enseñanzas, que
paulatinamente, y en pequeñas dosis, son presentadas a un
público que se está iniciando en el cine, con la clara finalidad
de que éste logre entenderlas sin perder el hilo de la historia
que se les cuenta».
Al igual que sucede en las interpretaciones negativistas,
se reconoce y asume la carga ideológica y moral de Disney,
pero a diferencia de aquellas, se considera que ese es precisamente
su potencial educativo, bien sea transmitiéndolo
como modelo o como referente. Tal como dejaba entrever
Mariano, los valores y modelos conductuales que transmite
Disney son fácilmente reconocibles en nuestra sociedad, y
además muchos de ellos suelen ser valores bastante consolidados
y aceptados como positivos: la amistad, la sinceridad,
la inocencia, la familia, la superación, etc. También se reconoce
la potencialidad de Disney para tratar temas sociales de
actualidad, tales como la ecología o la interracialidad. Del
Moral (1994: 583) señala que «la productora Disney viene a
preservar esos valores tan anhelados; en contra de la corriente
de violencia televisiva y de telebasura que inunda de
forma generalizada las cadenas de televisión mundiales».
Efectivamente, la calidad técnica y argumental de Disney, en
comparación con las producciones animadas que se producen
en la actualidad, en especial en series de televisión, supone el
decantamiento final por Disney; pues la realidad es que ante
efectos, saltos, golpes, y sobre todo, violencia, mucha violencia...
siempre es preferible la «ñoñería», «simpleza», «optimismo
» y «sensiblería» disneyliana.
Por otro lado, aquellas acusaciones relativas al carácter
sexista, clasista, o conservador, son vistas desde interpretaciones
muy contrarias, pues si bien es cierto que, efectivamente,
se pueden encontrar referencias de este tipo en distintas
producciones, no es menos cierto que también se pueden
encontrar propuestas contrarias. Disney no está a salvo de los
referentes sociales de cada momento histórico, y lo que en
cierta época podía verse como una actitud normal en una
mujer, pensemos en la atareada Blancanieves limpiando y
cocinando para los enanitos, unos años más tarde, la evolución
social nos hace descifrar una presentación machista.
Pero ¿se pueden seguir esgrimiendo estas acusaciones en personajes
como Bella (La Bella y la Bestia) o Jasmin (Aladdin)?
Bella es una intelectual en un mundo de analfabetismo y
rudeza, poniendo la nota de intelectualidad e independencia,
rechazando las proposiciones de Gastón con decisión y autoridad.
¿Y la princesa Jasmin?, que se niega a ser objeto de
negociación en un matrimonio de convivencia y antepone su
libertad e independencia ante cualquier tipo de opresión. ¿Se
puede hablar de concepciones sexistas? Naturalmente, todo es
susceptible de interpretaciones.
El criticable, desde la postura contraria, del «happy
end» clásico de Disney y esa sensación de felicidad que reina
siempre al final de cada producción, en lugar de ser entendida
como una negatividad, es considerada como algo motivador e
ilusionante, capaz de transmitir buenos sentimientos y, sobre
todo, buenas sensaciones. «La felicidad de Disney encarna ese
deseo de vivir característico de niños y adultos, que es
precisamente la razón de su existencia. Los niños, en su
mayoría, gustan de vivir y participar en experiencias gozosas,
que rezuman felicidad, donde los finales felices permiten
olvidar las desgracias que han podido encontrarse en el
camino. Y los adultos, defraudados por la crueldad de la
realidad en la que se encuentran inmersos en ocasiones,
buscan un reducto apacible que les permitan disfrutar de instantes
de felicidad, quizá añorando su infancia. En Disney, las
edades se confunden, y tal vez sea esa la razón que explique
el éxito de sus producciones» (Del Moral, 1994: 586).
Así pues, parece claro que dentro del ámbito educativo
y pedagógico, las opiniones al respecto están muy enfrentadas.
Cada cual es libre de hacer sus propias interpretaciones
y sacar sus particulares conclusiones. Y esto es precisamente
una de las bases del trabajo de investigación realizado en mi
tesis doctoral, pues la evidencia de todo este «enfrentamiento
» es la complejidad de las películas, o al menos que no
son tan simples y banales como en un principio pudieran
parecer, ya que de ser así no originarían tanta controversias,
ni darían lugar a interpretaciones tan contradictorias sobre su
capacidad educativa. Partiendo de todo ello, no tomamos
partida ni por una tendencia, ni por la otra, simplemente admitimos
esa complejidad.
Lo importante es que demos al niño/a la oportunidad
de sacar él mismo esas conclusiones y opiniones. Que sea él
quien pueda desprender contenidos, o comportamientos. Que
sea él quien juzgue las posibles actitudes racistas, sexistas,
clasistas, etc. Que sea él quien las analice y razone. Que sea
él quien pueda reconocer actitudes o rasgos como la solidaridad,
la inteligencia, la valentía, etc. y luego pueda razonarlos,
justificarlos… o dudar de ellos, si así lo considera
razonadamente oportuno. A la edad de 11 años el niño tiene la
suficiente capacidad crítico-reflexiva como para poder profundizar
en el tratamiento de los medios audiovisuales en general,
y de las películas en particular: sólo de esta forma podrá
estar por encima de ellas y no convertirse en un sujeto
indefenso ante sus posibles manipulaciones. Una película realizada
con fines puramente educativos puede ser tremendamente
enriquecedora en muchos aspectos, sobre todo curriculares,
aunque también sociales, lingüísticos, culturales, etc.;
pero una película calificada como tendenciosa, ideológica o
manipuladora puede resultar también de gran utilidad educativa,
siempre que preparemos al niño para que sea capaz de
reflexionar sobre ella y poder captar todas esas intenciones y
mensajes de una manera crítica. Lo que sí parece claro es que
el proceso debe ser muy minucioso y controlado, teniendo en
cuenta la realidad de «analfabetismo audiovisual» con el que
nos encontramos, tanto a nivel de alumnos, como a nivel social
en general, pues como hemos visto la omisión que la
escuela hace a la Educación Audiovisual es altamente preocupante.
El problema no debe centrarse, pues, en que los adultos
(padres y educadores) nos dediquemos a analizar y fiscalizar
las producciones dirigidas al público infantil, sino prepararles,
educarles, para que desarrollen las capacidades y habilidades
necesarias y suficientes como para poder disfrutar de su
visionado sin dejarse manipular por ellas. Así, la respuesta
vendría dada a través de una correcta educación audiovisual,
que capacite a poder ver las películas en particular, y los
medios audiovisuales en general, como espectadores activos,
con un posicionamiento crítico y reflexivo, sin dejarse manipular.
Bien es cierto que cuando se habla de educación audiovisual
parece estar trasladándonos a una gran dimensión de
enorme complejidad, pues ¿cómo trabajo yo a nivel doméstico
o escolar esa casi utópica educación audiovisual?
A este respecto son innumerables los planteamientos
teóricos y proyectos centrados en ello, lo que, en ocasiones,
puede desencadenar en un apabullamiento tal de información,
que pueda dar la sensación de estar por encima de nuestras
modestas posibilidades. La «escalera» que pretendemos subir
resulta muy motivadora, pero los escalones son tan altos que
puede que no nos atrevamos a iniciar la escalada. Pero la
Educación Audiovisual puede ser entendida desde un planteamiento
mucho más sencillo y más accesible a cualquier ámbito
educativo, tanto del familiar, como del escolar.
Desde el ámbito familiar resulta enormemente favorecedor
el simple hecho de acompañar al niño/a mientras que ve
sus programas preferidos, hablar con ellos sobre lo que están
viendo, que él nos cuente sus impresiones de la historia que le
están contando, explicarles algunos detalles, etc.
Desde el ámbito escolar, la tesis doctoral «Disney en la
escuela» concluye con la posibilidad de llevar a cabo la educación
audiovisual desde unas bases muy al alcance de cualquier
docente, sin necesidad de una especialización ni una
preparación concreta. Se trata de reducir la altura de los
escalones de esa hipotética escalera para hacerla más accesible
a cualquiera. Y ese primer escalón consiste sencillamente
en demostrar como basta con establecer un pequeño debate
(discusión dirigida) tras el visionado de una película para que
el alumnado pueda desarrollar unas interpretaciones y concepciones
más críticas y pormenorizadas de cada uno de los personajes
protagonistas, sus rasgos de carácter, sus actitudes,
sus virtudes, sus defectos, etc. Bien es cierto que pueda
parecer un paso demasiado pequeño, pero la realidad escolar
demuestra que para iniciar cualquier proceso educativo de una
manera global es fundamental hacerlo partiendo de los
aspectos más «simples», de o contrario estamos corriendo el
riesgo de realizar profundos trabajos de investigación y
proyectos de gran envergadura que terminan como importantes
volúmenes de consulta teórica, pero de escasas posibilidades
de aplicación real en las escuelas.

Una televisión para la educación

Video sobre una televisión para la educación:
http://www.youtube.com/watch?v=bvTHJHc-dWo

LA TELEVISIÓN COMO MEDIO DE EDUCACIÓN Y APRENDIZAJE

LA TELEVISION COMO MEDIO DE EDUCACION Y APRENDIZAJE
Podemos decir que el niño aparece como un agente activo que desarrolla más eficazmente las habilidades cognitivas mediante la maduración e interacción con el entorno.
Estas habilidades se van incrementado en el niño con la edad de tres formas:
1.- Mediante la
discriminación de imágenes y palabras. Los niños pequeños tienen más dificultades que los mayores para discriminar los detalles de las imágenes, aspecto que lleva consigo la disminución del recuerdo visual. Pero esta habilidad en los niños para el recuerdo de imágenes aumentará conforme lo haga su capacidad para describir verbalmente los objetos .
2.-La relación entre unidades visuales y sonoras. El procesamiento de estímulos visuales mediante el uso verbal parecer ser la
estrategia normalmente usada por los niños mayores.
3.Habilidad para integrar acontecimientos ocurridos en secuencias temporales diferentes. Según
Piaget (1972) los niños confunden la sucesión de eventos en el tiempo y tienden a identificarlos con objetos.
La televisión puede ser pues un elemento importante de sensibilización y concienciación, un elemento potenciador de capacidades y aprendizajes en el niño. Para que esto tenga lugar, consideramos necesario
el trabajo y compromiso conjunto de educadores y especialistas en el medio, en la realización de investigaciones y sucesivos estudios de carácter interdisciplinar, pues sólo así se podrán eliminar los posibles efectos negativos que el medio pudiera producir en su interacción con los espectadores infantiles.
Respecto a los efectos que el medio televisivo puede producir en el aprendizaje, éstos son de diversa índole. Es de suponer que el acceso a las experiencias mediatizadas que conlleva la televisión vaya con frecuencia en detrimento de las experiencias directas, convirtiéndose estas representaciones en elementos sustitutivos del contacto directo con la realidad. En esta línea se ha pronunciado Joan Ferrés, exponiendo la necesidad de ofrecer pautas de interpretación y de
análisis crítico sobre el medio a las nuevas generaciones, puesto que la televisión se ha convertido hoy en instrumento privilegiado para educar, compartiendo con la escuela esa parcela para la educación y el aprendizaje.
El niño realiza sus primeros aprendizajes a través de la
observación, experimentación e imitación y en este aspecto la televisión actúa como instrumento que mediatiza e interpreta la realidad, ofreciendo importantes modelos de realización para el niño. Pero al mismo tiempo que la televisión puede ofrecer experiencias enriquecedoras para el aprendizaje del niño, mostrándole modelos prosociales de conducta, puede también mostrar modelos antisociales o violentos, que el niño puede aprender y realizar.
En el aprendizaje del lenguaje, la televisión juega también un papel crucial. Dada la importancia que posee el lenguaje en el desarrollo del pensamiento infantil y la influencia que los mensajes televisivos tienen para ese pensamiento en desarrollo, en este caso el medio podría servirnos de instrumento para potenciar las capacidades lingüísticas orientando sus efectos adecuadamente.